Hoy quiero hablarles de un tema que me fue inspirado a partir del trabajo realizado por la artista Marina Abramovic: la escazes del contacto visual.
La obra de Marina, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, se basó en colocar dos sillas enfrentadas entre si, a 1 metro de distancia, ell sentada en una y el visitante que desee sentarse en la otra, durante unos 10 minutos, exclusivamente a hacer contacto visual con ella. Marina dedicó más de 700 horas observando a los ojos a más de 1500 visitantes, enfocándose uno en la mirada del otro, con la única premisa de no hablar, respirar muy suavemente y evitando lo más posible pestañar, porque, como dice Marina, cuanto más lo hacemos, más pensamos.
En ese ejercicio, Marina ha llorado en algunos casos, y algunos visitantes también lo han hecho…
Y es que este ejercicio, es una denuncia a lo que para ella (y para mi), la escasez de contacto visual está paralizando la cultura moderna.
Cuento esto porque siento que estamos ante una era tan tecnológica que el contacto visual no sólo se pierde, sino que se subestima.
Existen muchos estudios sobre el contacto visual. Si se elude, si es totalmente ausente, si es fijo e intimidante, si miramos hacia un lado, hacia el otro o hacia arriba, si entrecerramos los ojos, si pestañamos mucho, si acompañamos de movimientos, si elevamos las cejas en el diálogo… pero no quiero detenerme en eso, sino en justamente el extremo contrario, en el evitar al máximo un cruce de miradas.
El contacto visual está incluso, censurado en ciertas culturas, los niños no pueden hacer contacto visual con sus padres o abuelos o las mujeres hacia los hombres y es que bajo el contacto visual se encuentra una gran carga emocional. No es fácil observar una mirada, pero cuando lo logramos, descubrimos los trazos del mundo emocional del otro.
Los bebés, los niños, en su inocencia pura, suelen observar a la gente en la calle maravillados… por sus facciones, por sus vestimentas, por sus gestos, por sus palabras… y detrás de ellos, estamos nosotros, retándolos, obligándolos a retirar su mirada, acusándolos de «mala educación».
Qué lindo sería que exista conexión visual entre personas por simple empatía ante una situación, que esos ojos puedan generar un diálogo, un saludo, un gesto de compasión, una apertura hacia el alma. Una mirada de par a par.
Contacto profundo con uno mismo y con el otro. De eso tratan nuestros talleres Actitud. De volver a nuestro ser interior, de dejar de escaparle al contacto humano con otros, pero sobre todo, dejar de escapar a nuestra mirada interior, al contacto con nosotros mismos. Yo les propongo reflexionar sobre esto, y la proxima vez que se reunan (en familia, con amigos)… puedan dedicarle un poco más de tiempo al contacto visual, a observar qué dicen los ojos de los demás, qué emociones no se están pudiendo decir en palabras, pero que sus ojos están aguardando que sean observados, contemplados y por qué no, contenidos.
Namasté, TINI.